Ciertamente, todos nosotros hemos escuchado la
expresión, “perro viejo no aprende truco nuevo.
Mientras no necesariamente subscribo a tal dicho, realmente digo, “Un
viejo puede mirar las experiencias pasadas y recuperar las lecciones
subyacentes que no se enseñaban a propósito en esos momentos.” Por supuesto, esto implica usar un talento
no enseñado cotidianamente por los
maestros comunes, especialmente por aquellos
que instruyen a niños y adolescentes.
Esto es solo una de las tantas lecciones valiosas que he aprendido como
resultado de desarrollar un taller llamado “Madurar Con Sabiduría”.
La
investigación para este proyecto me impulsó a ver las cosas que la gente de
religiones diferentes tienen en común, tanto como aquellos que no son parte de
ninguna fe específica. Normalmente se
nos enseñan los principios morales con
que podemos vivir, lo que necesitamos hacer para ganarnos la vida, y a quien o
dónde necesitamos acudir por ayuda,
cuando otras maneras fracasan. Nuestra educación inicia en la
familia, las escuelas y finalmente las instituciones religiosas; posteriormente
son intercambiados por los capacitadores en el trabajo, supervisores,
compañeros de trabajo, y líderes de organizaciones y comunidades. Los métodos usados en general para guiarnos
son el dictar, hablar, presentar, examinar, y experimentar. Este aprendizaje inicia con el nacimiento y continúa hasta la
muerte.
Frecuentemente aprendemos a
repetir como loros en lugar de
comprender el significado más
profundo que subyace atrás de una
creencia o principio en particular, aún cuando no es comprendido por las
personas que dan la lección. Por ejemplo, aunque las normas de moral básicas
son comúnmente encontradas entre el cristianismo, budismo, y el judaísmo, estas
generalmente tienen un sentido práctico y muchos adolescentes y algunos niños
se rebelan a la forma como son reforzadas.
Y, por supuesto, tal rebelión usualmente es resultado de las
equivocaciones por parte de aquellos que
están sublevándose, tanto como aquellos que están intentando enseñar y
reforzar, a través de no culpar lo que perciben como correcto. Finalmente las consecuencias de ellos son
observadas en las reacciones que sin pensar
culminan en problemas a los niveles más altos de sociedades mundiales,
sin importar la violencia difundida dentro y entre las culturas que dirigen.
Pero
cuando la gente que crea y guía a otros, toman el tiempo para ayudarles a realizar
interiormente las ideas y principios que están siendo enseñados, el resultado
es inequívocamente pacifico, práctico, y infinitamente valioso. Según un maestro mundialmente renombrado, no
creas nada, pruébalo por ti mismo y si es
verdad para ti, acéptalo; sí no, déjalo y solo regresa a ello si llega a
ser la verdad para ti.
Mientras
investigaba el material para el taller,
tome en cuenta que tanto aprendizaje había perdido cuando era niño y como adolescente. Pensaba que sí sólo se me
hubiera enseñado a repetir el principio
en el que estaba siendo instruido, pausar, prestar la atención a los
pensamientos, imágenes, y sentimientos subiendo del interior de mi ser para
acogerme al precepto, y entonces repetir este patrón unas pocas veces más,
terminando en pensar en que hubiera aprendido de mis propios recursos internos
y naturales. Posteriormente, si me
hubiera sido dada la oportunidad para informar al maestro de lo que habría
aprendido de mi ser interior, y recibido su criticismo constructivo, eso habría
mejorado mi saber sin ser lastimado, y es posible que no hubiera llegado a ser
el joven rebelde que era, propenso a hacer equivocaciones, al repetir cosas
como un loro, aun si no tuviera algo de
verdad en ellas.
Sin
embargo, este chango viejo, que ha visto a través de los ojos de madurar con
sabiduría, puede ahora regresar a las enseñanzas del pasado y, tal vez,
realizar las verdades y no verdades inherentes a ellas.
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