Hace
pocos días, cuando mi esposa y yo estábamos regresando a casa en un taxi, vimos
a un pequeño niño vestido con su uniforme escolar y teniendo un tiempo
maravilloso mientras caminaba a la escuela.
No estuvo muy lejos de nuestra casa en el campo cerca del pequeño pueblo
de Santa Cruz Tlaxcala, Tlaxcala. Al
verlo solo, feliz y divertíendose muchísimo mientras interactuaba con el
ambiente bello de la naturaleza, no solo nos recordó nuestra propia niñez, sino
también del peligro que los niños, jóvenes, y seres humanos confrontan ahora en
este mundo, supuestamente tan moderno y progresivo. Verdaderamente, nos sentimos preocupados por
la seguridad del pequeño niño que habíamos visto solo y en ruta a su escuela.
Además,
justo como otras personas que ven, escuchan, y leen los detalles del tráfico
humano en las noticias y los documentales, muy a menudo sentimos el dolor de
tal tragedia que rompe el corazón—el rapto, la venta, la compra, la esclavitud,
la brutalidad, y la matanza de las víctimas inocentes. Nuestros seres interiores gritan con tristeza
y agonía por esas personas. Nos sentimos
desesperados acerca de lo que podríamos hacer para ayudarles. Y temblamos con la idea de imaginarnos sobre
lo que experimentaríamos si entráramos a las mentes de aquellos que están
siendo traficados, haciendo el tráfico humano, cometiendo el abuso brutal o
matando a sus víctimas. Tal cosa parece estar
más allá de nuestra realidad y todavía, ¿qué resultaría, si nos imaginamos
pasando un tiempo dentro de los zapatos de estas personas?
Aunque
esta experiencia podría ser difícil y aun espantosa, es posible encontrar la
instrucción y la comodidad en las palabras del famoso secretario general
segundo de las naciones unidas, Dag Hammarskjöld, habladas hace más de 50 años,
acerca de desarrollar la paz y la compasión: “El debe empujar su consciencia al
límite penúltimo sin perder su tranquilidad interior, el debe ser capaz de ver
con los ojos de otros de adentro de su personalidad sin perder la suya.” Tal sabiduría nos recuerda de la necesidad de
desarrollar la perspicacia (entendimiento verdadero) de la cuestión del tráfico
humano antes de escoger lo que nosotros, como individuos, podemos hacer para apoyar
la causa de parar este crimen horrible contra la humanidad.
Al
sostener una imagen vivida en nuestra mente de un pequeño niño o niña, que ha
sido abusado sexualmente, podríamos empezar a sentir lo que él o ella ha
experimentado mental o físicamente. Por
ejemplo, es posible que empezáramos a ver y sentir el evento del rapto, el
shock de su libertad siendo desgarrada de él o ella, sus gritos por su familia,
el miedo que tiene de los raptores, las palizas dolorosas, y la explosión de lágrimas
saliendo de sus ojos y fluyendo sobre sus mejillas—el trauma es abrumador. Al continuar contemplando, vemos y sentimos
las experiencias de los eventos que vienen, tales como el transporte, la venta,
y el dolor de ser violado en lugares diferentes, de las casas muy ricas y
lujosas a los ambientes pútridos, llenos de enfermedades, e infestados de
prostitución. Podríamos aun ver a él o
ella siendo cosechado por sus órganos antes de que el cadáver sea molido y
mezclado con otros compuestos para fabricar la comida para los cerdos. Por supuesto, durante todo este proceso es
posible que sintiéramos las sensaciones de los gritos de pérdida dentro de la
familia, especialmente los de su mamá.
Ciertamente,
lo anterior es un pequeño toque de lo que podría ser para nosotros de entrar a las
vidas y experiencias de toda la gente involucrada en el tráfico humano. La sabiduría de hacer esto nos ayudaría, no solo aumentar nuestro entendimiento de la
cuestión pero también nuestros sentimientos de compasión, los que nos causan a
tomar la acción correcta. También, es
posible que el sentir de ser un espectador desesperado se apaciguara mientras
experimentamos la utilidad de investigar e involucrarnos con empatía. Podría ser aun que por la práctica de la
conciencia, la compasión y la oración, desarrollemos un agradecimiento por la
eficacia de la inconsciencia colectiva a la que el famoso sicólogo Carl Jung refirió. Entonces, mientras que el medio publicitario
y los reporteros investigativos nos informan acerca de los eventos y detalles
del tráfico humano, nos damos cuenta del valor de algo y de lo que leemos
infrecuentemente: la contribución y el poder indispensable de la práctica
interior, silenciosa y colectiva, la cual conduce a las intervenciones más
poderosas en la parada y prevención de tales fechorías terribles en la sociedad
mundial. También, ¿no podría ser
valorable examinar esta cuestión más cercana, aun el tratamiento de las
víctimas?