Hay
muchas cosas espantosas en la vida, ¿no es verdad? Y usualmente comienzan con una sensación de
miedo. Aunque sentimos el temor, tal
emoción puede ser aterrorizante cuando se convierte en pensar acerca de algo
desconocido en nuestra vida personal.
Este tipo de “pensamiento”, que no nos gusta escuchar como adultos
mayores, es comúnmente, “No tengo mucho tiempo que me queda para…” Tal noción viene a mí, por ejemplo, mientras
estoy disfrutando los árboles jóvenes que mi esposa y yo hemos plantado en
nuestro jardín y entrada. Me imagino
viéndolos cuando han alcanzado su crecimiento, pero mi presencia no está
ahí. Me pregunto que podría pasar si yo
u otros intentáramos investigar tal pensamiento en lugar de tener alguna
reacción hacia él y huir.
Quizás, contemplando la expresión, “No tengo
mucho tiempo que me queda para…,” es decir, concentrando y sosteniéndola bajo una mirada similar a un laser de
atención plena podría ser muy sorprendente y de mucha ayuda. Solo por ser paciente, nos conduciría dentro de
la sensación de miedo de lo cual usualmente huimos. Una vez ahí, esto es la parte donde
verdaderamente necesitaríamos la habilidad de la ecuanimidad para quedarnos en
este lugar sin huir, fijamente observando las sensaciones, pensamientos, y
emociones que suben y se van. Si somos
afortunados, nuestra paciencia podría resultar algo benéfico, porque mientras
el miedo se disuelve, es posible que nos encontremos a nosotros mismos
abriéndonos y llegando a ser uno con un espacio natural, experimentando una
claridad que es cristalina. Mientras nos
quedamos ahí, podemos permanecer en una consciencia que pueda ofrecer perspicacias,
tales como aprender que la felicidad inmensa es posible en cada momento con la
naturaleza, donde el tiempo no significa nada, siendo uno con esos árboles y
plantas. Otras perspicacias podrían
venir como si estuvieran diseñadas específicamente para cada uno de nosotros. Nos daríamos cuenta que podemos hacer esta
jornada de contemplación tan frecuentemente como nos gustaría, que nuestro
miedo de no tener suficiente tiempo en lo que nos queda de vida, para disfrutar
las cosas que amamos de la naturaleza o con otras partes de nuestra vida, se
disuelve. Eso que tenemos es suficiente,
aun si es solo un rato. Es posible que
la etapa final en madurar, la gratitud, llegue a ser una realidad viva.
Al investigar los pensamientos miedosos,
tales como, “No tengo mucho tiempo que me queda para…,” por contemplarlos y seguirlos
a su núcleo, es transformativo. Es una
ayuda asombrosa ya que resuelve muchas dificultades que percibimos y
enfrentamos en la vida cotidiana. Al
encontrar que podemos estudiar tales sentimientos mientras estamos en contacto con
la naturaleza o en cualquier otro lugar, no solo sentados sobre un cojín,
experimentamos la gratitud por lo que tenemos en cada momento y soltarnos de
eso. Cuando hacemos esto, es posible que
averigüemos que soltándonos de nuestro momento final en esta vida estará uno
lleno de satisfacción y amor incondicional.
¿Por qué no?